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18/05/2017

Crónicas de campo. Un viaje al río Bajo Marañón

Patricia Urteaga Crovetto

Desde Iquitos a Nauta el viaje por carretera toma aproximadamente 2 horas. Una vez en Nauta nos indican que sólo podemos embarcarnos hacia el río Marañón la madrugada del día siguiente, por lo que debemos buscar un hotel para pasar la noche. Empezamos el siguiente día a las 4 am  rumbo al puerto de Nanay. Una vez en el puerto, abordamos el  “rápido” -un eufemismo inevitable- y nos ubicamos en los asientos azules forrados con los chalecos salvavidas que nadie suele usar. Separan las dos filas de asientos un pasadizo de apenas 40 cm. Los cobradores ubican los bultos adelante. Los pasajeros se acurrucan en sus asientos. El día arranca con unos 20 grados centígrados. El río está tranquilo, no como ayer que lucía cargado. Luego de aproximadamente 1 hora de espera salimos hacia la comunidad de Cuninico a las 5.30 am. A las chicas y a mí nos sorprende cada pequeño detalle. A esta hora, por ejemplo, un cielo dorado con fulgores rojos nos saluda al este del río Marañón. Luego de casi 3 horas de viaje por el Marañón con tecnocumbias de fondo, el motorista proyecta un film chino cuyos personajes nos acompañan durante las siguientes dos horas.


Crédito de la foto: Patricia Urteaga Crovetto

Este tercer viaje de trabajo de campo forma parte del proyecto de investigación denominado “The Human Right to Water in the context of Socio-environmental conflicts in Loreto, Peru” (2016-2017). Es un proyecto de investigación que fue elaborado por el CICAJ y la Universidad de Amberes y que, luego de someter a un concurso, mereció financiamiento del Gobierno Belga. Además de la investigación, el proyecto incluye una línea de fortalecimiento de capacidades para formar a estudiantes de la Universidad Nacional de la Amazonía Peruana (UNAP) en metodología de la investigación.

Luego de 8 horas de viaje por el gran río Marañón finalmente llegamos a Cuninico. Nos trae a la comunidad de Cuninico la necesidad de comprender la situación del derecho humano al agua y los sucesos ocurridos en la quebrada del mismo nombre cuando se produjo un derrame de aproximadamente 3000 barriles de petróleo hace dos años y medio debido a la rotura del Tramo 1 del Oleoducto Norperuano. Sus amables habitantes, con mucha paciencia y dedicación, reconstruyen para nosotros esos momentos de crisis y angustia, y las terribles secuelas que dejaron la deficiente gestión del derrame y la provisión de agua para la población afectada.

Mujeres, varones, y niños nos cuentan que la quebrada es el centro de su de vida. No sólo les proporcionaba agua para satisfacer sus necesidades primarias  como el aseo, la cocina, el consumo personal, etc., sino también recursos para sus necesidades básicas como la alimentación y la salud.


Crédito de la foto: Patricia Urteaga Crovetto

La contaminación de la quebrada básicamente  destruyó su principal medio de subsistencia. Cuando se dieron cuenta del suceso, lo primero que exigieron a Petroperú los angustiados habitantes de Cuninico fue agua. La respuesta del Estado no fue como se pensaba. “Los primeros días nos daban una jarrita de agua por semana para toda una familia. Aquí somos 8-12 personas por familia, imagínese!», nos decía la Sra. Flor. Se incumplía así el mandato de la Organización Mundial de la Salud (OMS) que establece que una persona tiene derecho a acceder a 50 litros por día para satisfacer todas sus necesidades básicas. Como nunca antes, los habitantes de Cuninico se vieron obligados a esperar el agua de lluvia, y, cuando ésta tardaba, hombres y mujeres se trasladaban con sus canoas al medio del río Marañón para llenar sus recipientes con agua. Ante los justificados reclamos de los pobladores, posteriormente recibieron 40 litros de agua  pura por familia a la semana, y víveres como atún, arroz, entre otros.

Pero luego de 5 meses de ocurrido el derrame, Petroperú cortó el suministro de agua y comida porque consideraron que ya se había remediado. La relación con el Estado se tradujo en una espera infructuosa de promesas que no se cumplen. Los habitantes de la quebrada siguen esperando la construcción de una planta de tratamiento de agua potable que el Estado les prometió en enero de este año. Además, el local de la posta que el Estado construyó este año carece de medicinas y personal para atender a los pacientes. Pero lo que más resienten los Kukama es que el Estado los haya culpado de romper el oleoducto. «¿Cómo se imaginan que somos? ¡¿Nos creen locos?!», indica Don Diómedes. El agua es el corazón del universo Kukama, pienso mientras escucho sus historias sobre los delfines, las sirenas, las madres del agua que habitan el mundo sagrado de sus ríos y quebradas. ¿Tenemos derecho a trastornarlo?.

Cuninico, 27 de Abril de 2017.

 

 

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